¿Orcas asesinas?

Orcas, ¿las ballenas asesinas?

Lamentablemente, aún hoy existen dos visiones contrapuestas en torno a esos magníficos animales que son las orcas.

Por un lado se tiene la bella imagen de esa criatura espléndida, amigable y magnética, que todos queremos tocar y con la que queremos nadar, como el chico de Liberen a Willy, y por el otro se le percibe como el depredador desenfrenado al que debemos temer y al que nunca podemos acercarnos, si es que no queremos tener grandes probabilidades de morir.

Esta última visión está estrechamente relacionada con el nombre tradicional que le hemos dado a las orcas: ballenas asesinas.

Pero, ¿es válido ese nombre? ¿Son las orcas ballenas asesinas y devoradoras de hombres?

A esta y otras interrogantes responderemos en el presente artículo.

Un nombre poco apropiado

El calificativo habitual de ballena asesina con el que comúnmente son referidas las orcas está errado del todo.

En primer lugar, las orcas no son ballenas. La especie es el miembro más grande de la familia de los delfines, por lo que está más cerca de estos cetáceos que de las enormes ballenas, a pesar de su gran tamaño natural que en algunos machos llega a los 10 metros, con más de cinco toneladas de peso.

Y en segundo lugar, no son más asesinas que cualquier otro depredador del mar.

Las orcas están en lo alto de la cadena alimenticia del mar. No existe un carnívoro depredador y marino que le rebase en tamaño, por lo que el mérito de superdepredadora de los mares sí le sienta bien a la especie.

¿Son asesinas o no?

Ahora bien, ¿por qué lo de asesinas cuando nos referimos a las orcas?

¿Acaso son asesinos también los tiernos delfines menores, carnívoros y depredadores naturales de peces que le son inferiores en tamaño? Para nada.

Seguir esa cadena de pensamiento solo podría llevar a la conclusión de que no existe un asesino mayor sobre la faz de la tierra que el propio ser humano.

Todos los seres que integramos la cadena alimenticia nos alimentamos de unos y podemos servir de alimento a otros. Es la ley natural que mantiene el mundo animal en equilibrio, salvo causas externas como el cambio climático y sus nefastas consecuencias, que por cierto han sido desatadas mayormente por el hombre y su accionar.

Por tanto, las orcas no son una especie asesina.

Simplemente son el mayor depredador carnívoro del mar, presente tanto en aguas tropicales como en las templadas y frías del Ártico y el Antártico, con una preferencia natural por estas últimas y sobre todo en zonas costeras.

Alimentación de la especie

A partir de lo anterior resulta lógico entender que la dieta de las orcas es muy variada. Son carnívoras generalistas, pero investigaciones han demostrado que determinados grupos de orcas sienten predilección por algunas especies de peces como el salmón o el atún, en consonancia con el área geográfica de que se trate.

En sentido global, las orcas pueden alimentarse de una amplia variedad de peces y otros animales como pingüinos, moluscos, gaviotas y otras aves marinas, focas, lobos marinos, otros delfines menores, tiburones, nutrias marinas y, ocasionalmente, pedazos de ballenas.

Ejemplares de orca en cautiverio ingieren por día hasta unas 200 libras de pescado y calamar. Sin dudas un requerimiento elevado, que en libertad les exige ir tras varias presas cada jornada para no perecer por hambre, lo cual hacen en grupo y con un elevado sentido de la organización y la estrategia, que reduce a muy pocas las veces en que fallan sus ataques.

¿Asesinas de hombres?

Podría pensarse, a tono con lo que mostraban películas de ficción de los años 70 y 80 del pasado siglo, que las orcas son unas criaturas asesinas de hombres por instinto.

Sin embargo, nada más alejado de la realidad.

El nombre errado de ballena asesina (killerwhale en inglés) debe su origen a unos pescadores españoles que en el siglo XVIII observaron orcas atacando otras ballenas y cetáceos de gran tamaño. Pero además de que está probado que no son ballenas, la información de la que hoy se dispone permite limpiar esa negativa y arcaica apreciación.

Cuando depredan las orcas no están más que alimentándose y para satisfacer esa necesidad no sienten ninguna predilección por el hombre, por lo que no hay una razón de peso para temerles.

Por supuesto, si se les provoca quizás ataquen y hagan mucho daño, pero a día de hoy son prácticamente nulas las referencias de orcas atacando humanos en alta mar, en los fríos polos o en cualquiera de las aguas en las que están presentes.

Sí hay algún que otro caso aislado y, según se recoge, se deben a confusiones de orcas, que creyeron ver en los humanos a algunas de sus presas comunes.

Pero más allá de eso, lo que está más referenciado es la afinidad natural que existe entre el hombre y la orca, y que se evidencia en lo dóciles que llegan a ser estas criaturas cuando están en cautiverio y son entrenadas.

Los episodios registrados de personas fallecidas por incidentes con orcas en cautiverio se deben a que la privación de libertad, la ausencia del grupo y el espacio reducido para nadar y desarrollarse, someten a la especie en un estado de profundo estrés, que puede eclosionar en cualquier momento con consecuencias negativas que nunca han llegado a la depredación como tal.

En libertad, más que atacar humanos las orcas los contemplan y hasta los pueden ayudar en sus propósitos de pesca y caza de otras especies.

¿Entonces son ballenas asesinas?

De todo lo anterior solo hay una conclusión posible.

Las orcas ni son ballenas, ni asesinas y mucho menos la combinación de ambas.

Son una bella especie carnívora que por sus características naturales se erige como el mayor depredador del mar, una condición que en nada afecta al ser humano.

En su relación con el hombre abundan las historias, leyendas y testimonios que dan fe de cuán amistosas pueden ser y de que si hay un elemento malo en esa relación, es precisamente el hombre y no las orcas.

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